1¾«è‡ EL DENUNCIANTE En linea, Panama - Opiniones

MIGUEL ANTONIO BERNAL

Un manifiesto

Distinguidos compatriotas, cuya identificación decidida con la defensa de las libertades democráticas y con la Patria que los vio nacer, han puesto en circulación una carta pública a las organizaciones de promoción y protección de los derechos humanos con el propósito de contribuir a la necesaria denuncia del estado de situación de la libertad de expresión en nuestro país.

Como luchador y defensor decidido de la libertad de expresión, por la cual hoy -una vez más- soy objeto de persecución y hostigamiento por parte del jefe de la Policía Nacional y del procurador general de la Nación y, además, por estar plenamente identificado con el contenido del mismo, sumo mi pluma y mi nombre para la divulgación de tan valioso mensaje, el cual reza así:

‘‘Los suscritos, ciudadanos panameños preocupados por los atentados contra la libertad de expresión en nuestro país, por este medio nos dirigimos a las organizaciones internacionales de promoción y protección de los derechos humanos, para alertarlos sobre la situación imperante en Panamá y solicitarles que contribuyan a nuestra campaña para instituir un verdadero estado de derecho en nuestro país, en que se respeten las libertades fundamentales de todos los ciudadanos.

Aun cuando la República de Panamá es suscriptora de la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y aun cuando la Constitución panameña indica que el gobierno del Estado es democrático (artículo 1) y consagra la libertad de expresión (artículo 37), permanecen en el andamiaje legal panameño disposiciones de que convenientemente se valen las autoridades para restringir el derecho a la libre emisión y recepción de información que le corresponde a todo ser humano.

Entre estas disposiciones están el artículo 33 de la Constitución, que permite a los servidores públicos que ejerzan mando y jurisdicción ‘‘imponer multas o arrestos a cualquiera que los ultraje o falte el respeto en el acto en que estén desempeñando las funciones de su cargo o con motivo del desempeño de las mismas’’; los artículos 172, 173 y 173 A del Código Penal, que establecen penas de multa y encarcelamiento por ‘‘calumnia e injuria’’; y la Ley 67 de 1978 que, entre otros preceptos anti democráticos, prohíbe el ejercicio del periodismo a quienes no cuenten con una supuesta ‘‘idoneidad profesional’’.

Estas disposiciones constituyen una auténtica mordaza a la libertad de expresión en Panamá. Las autoridades se han valido repetidamente de ellas para encausar e imponer penas de arresto a críticos de su gestión, como también para intimidar y hostigar a comunicadores sociales que no se ciñen a la línea oficialista. El caso del periodista peruano Gustavo Gorriti, que el año pasado adquirió notoriedad internacional, es tan sólo uno de los ejemplos de las violaciones a la libertad de expresión que se cometen actualmente en Panamá.

La existencia de este andamiaje represivo cobra aún mayor significación en el contexto actual, en que el gobierno del presidente Ernesto Pérez Balladares se ha abocado a una inconstitucional e ilegal campaña reeleccionista lo que, naturalmente, ha hecho arreciar las críticas justificadas de la ciudadanía.

Una de las más recientes víctimas de esta legislación autoritaria lo ha sido el radiocomentarista y profesor universitario Miguel Antonio Bernal, cuyo llamamiento a juicio, amparado en una interpretación sui generis de los artículos 172, 173 y 173 A del Código Penal, fue solicitado el 27 de mayo por el Fiscal Quinto del Circuito Judicial de Panamá, Roberto Murgas Torraza.

A raíz de las declaraciones del catedrático que responsabilizaron a la Policía Nacional por la decapitación de cuatro reos en el infame penal de Coiba (cuya administración y custodia ha sido ilegalmente encomendada a la Policía), el director general de la Policía, José Luis Sosa, demandó al Dr. Bernal por el ‘‘delito’’ de atentar contra el ‘‘honor’’ del organismo de seguridad pública y su jefe.

Con rapidez inaudita, el fiscal Murgas levantó y calificó el expediente, recomendando el enjuiciamiento del Dr. Bernal, a pesar de que las investigaciones oficiales en torno a la matanza de Coiba aún no han concluido, de que el Dr. Bernal no implicó directamente al director Sosa en su denuncia y de que el Código Penal claramente estipula que la calumnia sólo es punible cuando se refiere a una persona (no a una corporación).

En vista de lo anterior, no nos cabe la menor duda de que el referido llamamiento a juicio obedece a motivaciones políticas, habida cuenta de la inclaudicable oposición del Dr. Bernal a la gestión autoritaria del actual gobierno.

La existencia y aplicación de estas leyes ‘‘mordaza’’ no sólo constituye una violación a los derechos humanos del pueblo panameño, sino que también da lugar a la imposición de otras medidas y prácticas igualmente violatorias de la libertad de expresión. Amparada por este régimen autoritario, la administración de la Universidad de Panamá, por ejemplo, ha resuelto imponer un ‘‘código de conducta’’ que contempla la apertura de ‘‘procesos disciplinarios’’ conducentes al despido de todo profesor que emita críticas públicas en contra de dicha administración.

En la Asamblea Legislativa espera su obediente aprobación por parte de la mayoría oficialista un proyecto de ley que faculta a los gobernadores para imponer penas de arresto hasta de dos meses y multas hasta de cinco mil balboas, a quienes en ejercicio de su derecho a protestar (contemplado en el artículo 38 de la Constitución) cierren las vías públicas, total o parcialmente, o impidan el libre tránsito. Este proyecto de ley también va dirigido contra los medios de comunicación que ‘‘inciten’’ al cierre de calles.

Por otro lado, de su propia iniciativa o en atención a directrices superiores, las autoridades administrativas y de policía arrestan e imponen multas a quienes se activan en contra de la política gubernamental. El Gobierno emplea abiertamente los recursos del Estado para promover la reelección del presidente, en obvio detrimento del derecho de la oposición a formular sus planteamientos en igualdad de condiciones, ante el silencio de la Asamblea Legislativa, el Tribunal Electoral y la Fiscalía Electoral, organismos responsables, según la Constitución, de perseguir y castigar abusos de esta naturaleza.

A fines de mayo último, mediante el Decreto 24 de 1998, el Tribunal Electoral dispuso el registro previo, en esa corporación, de toda encuesta sobre preferencias políticas, bajo pena de multa cuyo monto oscila entre 5 mil y 25 mil balboas. Aunque el Tribunal posteriormente derogó este decreto, ante las protestas de los medios de comunicación, aún permanece vigente el inciso final del artículo 177 del Código Electoral, que exige la inscripción de toda encuesta antes de su divulgación.

Pocos recursos le quedan a la ciudadanía panameña para hacer valer su derecho a la libre expresión dentro de este contexto represivo, caracterizado, además, por la sumisión de los poderes del Estado al arbitrio del Ejecutivo y el reciente menoscabo de las atribuciones de la Defensoría del Pueblo de Panamá, cuyas facultades para intervenir en quejas relacionadas con el funcionamiento del Poder Judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Electoral ha sido suprimida en virtud de un fallo de la Corte Suprema de Justicia de febrero pasado.

Como lo demuestran los casos aquí denunciados, la libertad de expresión se encuentra bajo permanente amenaza en Panamá, lo que viola los derechos políticos y civiles del pueblo panameño. Es ésta una situación vergonzosa y humillante para una sociedad que ha luchado resueltamente por el restablecimiento y la plena vigencia de los derechos humanos.

Por cuanto interfiere con la facultad que tiene todo ciudadano de emitir y formarse libremente sus preferencias políticas, se trata, además, de una situación absolutamente inaceptable en el momento actual en que se desarrolla la campaña política en torno al referéndum sobre la reelección presidencial inmediata (fijado para el 30 de agosto de 1998) y las elecciones generales del 2 de mayo de 1999, consideradas las más importantes de los últimos tiempos, entre otros motivos por su proximidad a la fecha de entrega del Canal de Panamá.

Solicitamos, en consecuencia, el apoyo activo de los organismos defensores de los derechos humanos y la comunidad internacional, con el fin de que fructifiquen las aspiraciones de la ciudadanía en lo referente a la derogación de toda medida violatoria al derecho a la libre información, el respeto por el derecho del pueblo panameño a la libre emisión del sufragio, y el cese inmediato del hostigamiento y persecución, por parte del gobierno, contra quienes se oponen a su gestión’’.

(El autor es catedrático de Derecho de la Universidad de Panamá)

DELIA CARDENAS

Vota no a la reelección inmediata

Son muchas las razones que impulsan hacia un ``No'' rotundo en el referéndum que se celebrará el 30 de agosto de 1998.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque atenta contra la rendición de cuentas del Gobierno saliente al Gobierno entrante.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque los dineros del pueblo, producto de los impuestos que todos pagamos, trabajadores y desempleados, como el impuesto sobre la renta, el de inmuebles, el ITBM y otros, se gasta en helicópteros, altos salarios, aviones, flotas de autos alquilados y propaganda de todo tipo, frente a tanta pobreza y necesidad.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque la alternabilidad en el poder permite al pueblo expresar su satisfacción o insatisfacción por la actuación de los gobiernos.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque aún están abiertas las heridas, causadas por las acciones de la dictadura militar, en base a un poder absoluto que no debe volver a reinar.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque la pobreza, al igual que los altos niveles de desempleo, necesitan responder a una esperanza probable, que el Gobierno saliente no ha podido encontrar.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para darle la oportunidad a personas con sentido de patria, que se compenetren con la población, no importa la raza, color, sexo, credo ni condición social.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para que se respete no sólo el juramento sobre la Constitución sino también sus preceptos en torno al cumplimiento del mandato presidencial.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para que subsista nuestro sistema democrático ante los embates de quienes llevan el sentimiento absolutista como segunda piel.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para evitar la creación de una dictadura de partido.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para impedir el nepotismo gubernamental que hace difícil la fiscalización prístina de la actuación pública.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque debemos propugnar por la convivencia del capital y el trabajo, que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres. El Gobierno saliente no lo ha comprendido en 4 años.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para fortalecer a la clase media y profesional que está sufriendo en carne viva el resultado de los cambios sin opciones.

Vota ``No'' a la reelección inmediata para evitar gobiernos que al ser luz para el exterior y oscuridad para su patria, se convierten en verdaderos verdugos de su pueblo, como es el caso de nuestro maltrecho sector agropecuario.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque tienes el derecho de escoger tus gobernantes cada cinco años, como patrono que paga sus gastos y salarios.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para que el país no sea pasto de sentimientos de soberbia, autoritarismo y desprecio proveniente de quienes desean imponer sus ideas.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, para evitar la epidemia de corrupción que azota a algunos funcionarios públicos.

Vota ``No'' a la reelección inmediata, porque el pueblo desea y merece un verdadero cambio.

Finalmente, votar ``No'' a la reelección inmediata garantizará la paz económica y social que deseamos todos los panameños en un mundo de cambios, apertura y globalización; no se concibe que para efecto de los gobiernos, esos mismos principios no sean aplicables. Para evitar la desviación del poder, la alternabilidad es lo aconsejable. Panameño, ¡vota no!

(La autora es abogada)


GUILLERMO A. COCHEZ

El país de los idiotas y los tontos

Común era cuando estábamos pequeños ver a uno del grupo que, cuando se sentía perdidoso en una discusión o una pelea, recurría al insulto y a la diatriba: ‘‘tú no eres más que un idiota y un tonto’’. Cuando las cosas se subían de tono, decían: ‘‘no eres más que un m.... o un h... de...’’ etc. Si miramos hacia atrás, nos daremos cuenta de que casi que indefectiblemente, las cosas se daban así.

Cuando éste veía la derrota venir o sentía que lo tenían acorralado y no podía rebatir el argumento ajeno, usaba ese tipo de armas, bajas y abyectas por cierto, para poner fin a la discusión o tratar de quebrarle la moral al contrincante. No lo lograba porque en la mayoría de los casos todos interpretaban ese comportamiento como aquel de quien, al carecer de argumentos, usaba ese tipo de armas impropias y ajenas a la discusión. Muchas veces, este tipo de comportamiento se repite en la vida adulta en situaciones similares.

La desesperación que tiene porque la reelección no avanza y no camina fue demostrada el pasado domingo 31 de mayo por el presidente de la República. En la manifestación de los partidos de la alianza gobiernista celebrada en Colón, con gentes que trajeron de todas partes del país porque quizás a pocos colonenses les interesaba interrumpir su domingo para escucharlos, al presidente nuevamente se le salió el cobre. La desesperación, como bien decían nuestros abuelos, tiene cara de perro.

En su discurso, me imagino que molesto porque ve que las cosas cada vez se le ponen peor, a pesar de que sus allegados le dicen que todo anda bien, tildó de ‘‘idiotas’’ o ‘‘ciegos’’ a la oposición porque no ven su obra de gobierno; porque ignoran todas las cosas que su gobierno ha hecho; porque no se percatan de lo maravilloso que ha sido tenerlo a él de presidente y lo providencial que sería tenerlo por 5 años más al frente de los destinos patrios.

Simplificó en esos dos denigrantes términos a los opositores, como si la gente fuera a votar que ‘‘No’’ porque son de tal o cual partido de oposición. Como si la gente que se le opone siquiera esté registrada en un partido político de oposición.

Ciego, de acuerdo a lo que todos conocemos, es la persona que está privada del don de la visión, razón por la cual no puede percatarse de lo que ocurre a su alrededor. Políticamente hablando, ciego sería el que, a pesar de tener ese divino don de poder ver, no quiere darse cuenta de la realidad que se da en su entorno.

En el caso que nos ocupa, de acuerdo al desesperado Pérez Balladares, los que votaremos ‘‘No’’ en el referéndum del 30 de agosto próximo, somos ciegos porque, a pesar de que su obra de gobierno es tan visible, insistimos en no verla; en no valorarla en su justa dimensión. Idiota, nos dice el Diccionario de Derecho Usual de Cabanellas, es el que padece de idiotez, que a su vez significa ‘‘incompleto desarrollo cerebral, traducida en la falta o insuficiencia grave, congénita o desde la infancia, de las facultades intelectuales, morales y afectivas’’. (página 332, Tomo II).

O sea, que políticamente, idiota sería aquel, y perdónenme por la osadía de interpretar al señor presidente, que por su limitada inteligencia carece de las facultades necesarias para entender lo que a su alrededor ocurre. Sería como si un médico dijera a un paciente suyo que es un completo bruto o un irremediable tonto.

A medida que pasen los días, el debate se va a encender más. De seguro que el presidente, a quien por respeto a su dignidad, no le puedo decir quién en este momento parece más ciego, más tonto y más idiota, le dirá muchas otras cosas a la oposición y a quienes haremos todo lo que esté a nuestro alcance por impedir que la reelección pueda cuajar. Cuando se dé cuenta de que la oposición no es la culpable de lo que le está pasando y de lo que le pasará, empezará a echarle la culpa a la gente que está apoyando a Alfredo Oranges, para terminar endilgándole el anunciado fracaso que tendrá el ‘‘Si’’ el 30 de agosto a su propia gente, a quienes les dirá que no supieron administrar los tantos millones puestos a su disposición para impulsar la reelección.

Luego de que esto pase -ojalá que no sea así, porque tendrá que gobernar hasta el 31 de agosto de 1999- se despertará en la noche del 30 de agosto, dándose cuenta que ya no le dirán más Toro, sino que, convertidas las papeletas ‘‘No’’ en rayas, le tendrán que llamar Zebra.

Al final de cuentas, quienes con tanta facilidad llamaron a los demás ciegos e idiotas, no les quedará más remedio que aceptar que quienes de eso llegaron a pecar, no fueron otros sino ellos mismos. Todavía hay tiempo para interrumpir lo que el país está viviendo; ojalá que alguien se atreva a convencer al presidente del ridículo nacional que está haciendo.

(El autor es abogado)


ROBERTO RUIZ DIAZ

La ambición del club de los resentidos

Bajo este nombre se debería definir lo que algunos han tratado de llamar la tercera fuerza, toda vez que quienes encabezan esta propuesta, por paradoja del destino, no son más que aquellas personas que de una u otra manera han sido derrotados y desplazados democráticamente y no pueden aceptar esa realidad.

Pero como se dice que solo la ambición vence a la ambición, estas personas, que son miembros predilectos de este club, se embarcan en la nave de la desesperación y del oportunismo para saciar sus egos personales, así sea que no consigan su supuesto objetivo de llegar al poder, con tal de sentirse bien ellos.

Solo mirando sus componentes, sin menospreciar el ámbito profesional de cada uno de ellos, nos encontramos con un candidato perdedor que no pudo ganar ni en el seno de su partido, y que ahora no sabemos qué puede ofrecer al resto del electorado; otro es un viejo político (respeto la edad) que ni siquiera sabe en qué mar navegar y se agarrará de la primera oportunidad que beneficie su interés personal y cuyo partido desapareció en las elecciones pasadas, y por último tenemos una dama, que si bien es la que puede representar algo en ese club, no tiene partido porque fracasó en ese propósito e incluso fue sancionada por el Tribunal Electoral, y su dependencia de ciertos sectores la hace descalificable.

No hay peor ciego que el que no quiere ver, y quedó demostrado en el 94, cuando inventaron los mismos que hoy la bendita tercera fuerza, que su obsesión no le permite ver, que aquí y ahora, solo existen las opciones que representan el PRD y el Partido Arnulfista, y solo de las alianzas que convoquen ambos colectivos saldrá el vencedor. El que piense lo contrario no vive más alejado de la verdad, y solo su ambición personal le permite razonar sobre esa idea, siendo peor aún la confusión que se proponen crear en los electores.

Lo único que faltaría en ese club es que inviten también a la nómina al Sr. Naranjas y así todos puedan comer en el mismo plato, aunque ojo con tantas ambiciones frustradas, cuidado producen lo improducible y después del 30 de agosto, si el presidente no pasa la asignatura pendiente, nos encontramos con una nómina encabezada por Mireya y dos vicepresidentes PRD; entonces sí que habría que traer a todas las fuerzas, terceras, cuartas y la de defensa, para poder derrotarlos. Ustedes deciden.

(El autor es abogado y estudiante de doctorado de la Universidad de Valencia, España)


RUBEN LACHMAN VARELA

No a la reelección

Creo firmemente en la política económica que adelanta el gobierno de Ernesto Pérez Balladares, y mucha confianza tengo en la calidad profesional del ministro Chapman.

Creo que la política económica debe ser de Estado, es decir, al margen de la política partidista. Que debe haber algo así como una ‘‘Constitución económica’’, que todos respeten. Este argumento se sustenta en realidades y resultados contundentes: todos los países que exitosamente están resolviendo los problemas de sus habitantes, mantienen una política económica moderna y estable. Podrán ser distintas las tácticas de sus partidos políticos, pero los objetivos fundamentales son los mismos; entre comunistas, democratacristianos y derechistas, para expresarlo de alguna manera.

En el Panamá pre-electoral de hoy, existe una profusa discusión sobre el tema de la política económica, que discurre paralela, y peligrosamente, con el tema de la reelección. A pesar de que los argumentos se manejan con escandalosa superficialidad, el sustrato del debate es en verdad sumamente complicado, por lo que aquí tendré que concentrarme en ciertos aspectos de principios, que son los que en realidad se mantienen permanentes en el largo plazo.

Los fundamentos de la actual política económica son universalmente aceptados. Sería extraño y pretencioso, por decir lo menos, admitir que aquí en Panamá vamos a inventar un modelo alterno de desarrollo económico y social, distinto y novedoso a lo que ya se ha practicado en el planeta Tierra.

Es cierto que hay muchas maneras de hacer las cosas, pero uno debe emular las mejores prácticas. Por ejemplo, y exagerando, claro está, todo el mundo sabe que es más conveniente irse a Nueva York en avión que a pie. Igual ocurre con la política económica, en el sentido de que en esa materia hay prácticas comunes que ahorran mucho del aprendizaje.

Gústenos o no, el mundo está globalizado, y esto quiere decir que, por el impulso tecnológico, y la necesidad de expandir los mercados, hay que salir a ofrecer bienes y servicios a todo el mundo (en los territorios nacionales cada vez cuesta más venderle a los locales, porque el mercado nacional, es sabido, se satura).

Para que un mundo globalizado funcione, todo el mundo debe tener algo de dinero o capacidad de compra, porque si no, ¿entonces a quién se le va a vender? Así que, contrario a lo que muchos sinceramente creen, a la globalización y al ‘‘neoliberalismo’’, les conviene que se reduzca la pobreza y aumente el poder adquisitivo en todos los países. ¿Cuál sería entonces el negocio y la lógica de un mercado que debe expandirse con pobres?

En este contexto, cabe entonces la pregunta de si es o no efectiva la política económica actual, ‘‘vis a vis’’ la globalización. En este espacio no puedo argumentar todo lo que quisiera. Sí puedo, sin embargo, decir lo siguiente: los resultados de la actual política económica se van a apreciar más durante los próximos años, pues ahora se están sentando las bases que determinarán los buenos resultados.

Puedo asegurar que la tasa de inversión ha estado aumentando, que existe una tendencia real a la reducción del desempleo, que sigue expandiéndose la infraestructura requerida para el futuro, pero tengo que admitir que, a fin de cuentas, todavía falta mucho. Decir que ya se aprecia sustancialmente el producto de la política económica, es tan falso como aseverar que la política económica ha fracasado.

Ahora bien, ubiquemos a la política económica en el escenario política. La política económica actual tiene, de algún modo, su base en las reformas o ajustes estructurales que fracasaron durante la primera parte de los años 80. Esta política económica fue reajustada por el gobierno democráticamente elegido de principios de los años 90, de mayoría arnulfista. Los capitanes de dicha política fueron del partido Molinera. Esa política fue refinada y continuada por el actual gobierno del PRD, esta vez capitaneada por un civilista que siempre se mantuvo crítico al populismo económico dictatorial. ¿Cómo es posible que no se pueda producir una alianza nacional en materia de política económica?

Podrían los políticos discutir la institucionalidad democrática, la falta de reformas al Estado, la corrupción, la incapacidad de resolver de una vez y por todas el problema del transporte público, etc.

Pero no. Discuten sobre la política económica. Se encierran en una discusión que ya pasó en el mundo. Están fuera de moda. Señores políticos, ¿creen ustedes que lo que debaten son temas de conversación en los foros mundiales? ¿Creen ustedes que todavía anda la gente importante de este planeta hablando sobre proteccionismo versus apertura, sobre si las privatizaciones son buenas o malas?

El peligro verdadero es que, como ya antes ha ocurrido en otras latitudes y en nuestra propia patria, ahora alguien salga a decir: el único que puede mantener la política económica estable soy yo, y que esta aseveración sea bien acogida por el capital internacional, y por aquellos panameños que ven peligrar la modernización de nuestra economía. Esto ya lo dijo Pinochet, Suharto, Torrijos, etc. El problema a discutir entre los políticos no debería ser el de la política económica, universalmente aceptada, si no el de la institucionalidad democrática, que hoy día peligra con la reelección.

Sé que suena extraño, pero como profesional de la economía, sin afiliación política alguna, seguiré apoyando la política económica actual, y le daré un rotundo no a la reelección.

(El autor es economista)

BRITTMARIE JANSON PEREZ

Proyecto Patria

Hay cosas que deben extinguirse. Por ejemplo, en Africa la hiena escapó por muy poco de pasar a la extinción y según la opinión de algunos, fue una lástima que no sucediera. En Panamá, después de la invasión, el Partido Revolucionario Democrático (PRD) escapó de la extinción y en mi opinión, también fue una lástima.

La actuación de los dirigentes del PRD indica que mientras exista ese partido, no hay forma de construir una patria decente, democrática y justa. Después de la invasión, el PRD no podía cambiar porque sus dirigentes, individuos acostumbrados a imponerse como fuera, se habían creído las mentiras que inventaban. Tampoco se vio obligado a cambiar, puesto que el presidente Endara, en vez de llamar al PRD a capítulo, le dio todas las facilidades para continuar como partido, con el mismo comportamiento antisocial y abusador de antes.

Hoy, teniendo en cuenta que no es responsable criticar sin tratar de visualizar una salida a los problemas o situaciones que uno censura, ocupo la atención de los lectores de La Prensa para relatarles un plan muy sencillo que he esbozado para enderezar el torcido sistema político que nos aflige. Lo he nombrado ``proyecto Patria’’ y no requiere costosas campañas políticas, ni centros, ni papeletas. Es un plan para individuos, para la mujer panameña y el hombre panameño.

El primer paso del proyecto Patria consiste en derrotar, con una avalancha de votos que hará historia en Panamá, la reforma constitucional para la reelección inmediata el 30 de agosto. No importa que debajo de esa avalancha muera temporariamente la independencia que supuestamente se quiere dar al Tribunal Electoral y la revocatoria de mandato. Lo primero es primero. Hay que derrotar la reelección. Pero la lucha no termina allí.

El segundo paso del Proyecto Patria es, en las elecciones de 1999, eliminar al PRD del panorama político para siempre con el lema ``Ni un solo voto al PRD’’. Hay que vetar a todos los candidatos cuyos nombres estén en esa papeleta, ingeniándonos como Tío Conejo para detectar y rayar a los candidatos del PRD que aparecen en otras papeletas.

Este proyecto no persigue solamente hacer pasar a la historia a un partido que tanto ha atormentado al pueblo panameño. No es cierto que vamos a acabar con un partido solamente para que los otros vivos sigan con las mismas prácticas de antaño. Se trata de señalar como ``no aceptables’’ una serie de comportamientos políticos que personas que se respetan y exigen un gobierno decente y justo no pueden permitir.

En realidad el PRD ha llegado al poder por el rechazo de una buena parte de la población a ciertos comportamientos del gobierno anterior. Las quejas son que el presidente y su esposa no supieron desempeñarse con dignidad en la presidencia y que durante ese gobierno hubo mucha corrupción.

Hoy se trata de no aceptar en el gobierno, en la rama legislativa, en la rama judicial, en el cuerpo diplomático y en la dirigencia de partidos políticos, a individuos que tienen un pésimo historial. Se trata de no aceptar leyes que inhiben la libertad de expresión. Se trata de no aceptar que al presidente se le den poderes especiales. Se trata de exigir que la legislatura y la Corte Suprema cumplan con sus funciones a cabalidad y no claudiquen ante el poder Ejecutivo. Se trata de no permitir que se aprueben leyes y se cambie la Constitución para el beneficio de un sector que abusa del poder.

Aquí debo hacer una observación. Me dicen que hay dirigentes y miembros del PRD que no están de acuerdo con Pérez Balladares, con la reelección inmediata y menos con la política de entregar el país a intereses extranjeros, inclusive el CMA. Nada más fácil para distanciarse de lo anterior es que funden otro partido, quizá el Partido Torrijista. Así podrían promover los ideales que les animan sin tener que cargar con fardos demasiado pesados.

Algunas personas se preguntarán que si de veras creo que es posible acabar con el PRD mediante la negación del voto. Sí lo creo. ¿Acaso han olvidado la derrota colosal que el pueblo panameño -un haz de individuos de todas las clases sociales, actuando juntos, independientemente y hasta secretamente- le propinó una derrota colosal a la dictadura militar y al PRD en las elecciones de 1989?

Lo más maravilloso del panameño es su ingenio. Para hacer desaparecer del mapa al PRD y los comportamientos negativos que representa, hace falta solamente que cada individuo que quiere una patria sana, participe personalmente en la tarea de corregir el sistema político. Porque el panameño es ingenioso, no hay ni que dar sugerencias específicas, porque cada uno sabe lo que quiere y puede hacer.

El voto de rechazo servirá otra función importantísima. El voto de rechazo al PRD les dará un susto de primera a todos los dirigentes y partidos de Panamá. Comenzando con el referendo, cuando estos vean descender vertiginosamente los votos del PRD, entenderán que en este país los ciudadanos se ha puesto de pie y no van a permitir que ni el PRD, ni ningún otro partido siga burlándose de ellos.

Para que se nos respete, tenemos que ejercer presión personalmente. Hoy día, esto es fácil porque a raíz del referendo, casi a diario sale información -por ejemplo, números de teléfono y direcciones- en distintos medios de comunicación para que las personas se comuniquen directamente con instituciones del Gobierno, con legisladores y partidos políticos.

A medida de que los panameños logremos rebajar el caudal de votos del PRD a todos los niveles, entenderemos el poder que tenemos. Y, una vez que entendamos eso, podremos hacer lo necesario para enderezar el sistema político de nuestro país, exigiéndoles a los políticos y a los partidos, por todas las maneras legales y morales que se nos ocurra, que respondan a nuestros requerimientos.

Si a alguien le interesara preguntarme qué es lo que quiero para nuestra patria, diría que quiero que los panameños ganemos fama en el mundo entero como un pueblo que se repeta, bien educado y muy involucrado en el manejo de los asuntos del Estado.

Quisiera que pasara a la historia el culto a la personalidad y que en el seno de los partidos políticos se oyera con frecuencia: ``Eso no se puede hacer porque el pueblo no lo va a aceptar’’. Quisiera que los candidatos a legislador fueran personas cuidadosamente seleccionadas por los partidos, porque saben que si postulan a un ignorante, a un incompetente o a un resbaloso, el pueblo los va a vetar. Quisiera que el presidente fuera de vez en cuando en autobús, en las horas de mayor tráfico, a visitar a las distintas barriadas para ver cómo la está pasando la gente de menos recursos. Quisiera que el presidente se sintiera obligado a estar en un coloquio permanente con el pueblo, explicándole con franqueza sus opciones y sus decisiones. Quisiera que el ministro de Educación conociera todas las escuelas del país. Quisiera que la rama judicial fuera el pilar más vertical del Estado, una garantía de que en este país se hace respetar la ley, y que la Corte Suprema fuera precisamente eso.

Quisiera que los periodistas internacionales comentaran que el pueblo panameño no es comecuentos. Quisiera que cuando uno viaja al exterior y revela su nacionalidad, el interlocutor diga con admiración: ``Ah, ¡panameño!’’. Quisiera que cuando Estados Unidos nombra un nuevo embajador a Panamá, el Departamento de Estado le instruya antes de partir: ``Vaya con cuidado que ese pueblo conoce su ley y defiende a su patria’’. Quisiera que cuando llegan a nuestras tierras extranjeros para aprovecharse de nosotros, salgan inmediatamente porque perciben que este pueblo no se deja.

Hasta ahora se nos ve como un hato de ganado que los partidos dividen en manadas para mejor endilgarnos al matadero. Por ejemplo, Gustavo Estribí escribió un artículo en este diario refiriéndose al pueblo panameño en términos de cifras, dizque tantos miles del PRD, más tantos del partido tal y del partido cual sumaban que una mayoría del sí (1-6-98). Yo quisiera que, con sus votos, sus acciones decididas, y sus sacrificios por un sistema verdaderamente democrático, este pueblo les dijera a todos los partidos políticos: ``¡No somos cifras! Somos un pueblo inteligente e independiente y vamos a forjar nuestro propio destino’’.

(La autora es antropóloga)



Manifiesto contra la Reeleccion | El Denunciante


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Para que se nos respete, tenemos que ejercer presión personalmente. Hoy día, esto es fácil