WASHINGTON, D.C. -El jueves fui a Nueva York a ver al presidente Pérez Balladares dar un discurso ante la Americas Society. Lo que observé allá me preocupó bastante, porque llegué a la conclusión de que el presidente fue a Nueva York a buscar el apoyo del sector financiero extranjero para su plan de reelección y, peor aún, parece que lo obtuvo.
El primer indicio de que la visita de Pérez Balladares tenía algún propósito preocupante fue enterarme de que se había condecorado a Everett Briggs, a mis ojos una de las figuras más oscuras en la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos. Como todos saben, Briggs fue el embajador estadounidense en Panamá que encubrió el fraude electoral de 1984, decisión que traicionó las aspiraciones democráticas del pueblo panameño, entronó a Noriega como dictador (sin hablar de Nicky Barletta como ``presidente’’), y nos causó 5 años más de sangre y sufrimiento.
Actualmente Briggs, a quien Pérez Balladares llama cariñosamente ``Ted’’, es el presidente de la Americas Society, una agrupación fundada bajo el patrocinio del Chase Manhattan Bank, pero eso no justificaba que se le condecorara con la Orden Manuel Amador Guerrero, en el grado de Gran Cruz. ¿Cuál será el motivo de esta condecoración tan inmerecida?, me pregunté el jueves en la mañana al enterarme.
Ponderando el asunto, me fui al discurso de Pérez Balladares, donde inmediatamente observé otra cosita desagradable. El presidente panameño fue presentado por el millonario Robert Mossbacher, secretario de Comercio durante el gobierno de Ronald Reagan. Como era de esperarse, Mossbacher elogió los esfuerzos del gobierno de Pérez Balladares por abrir y modernizar la economía de Panamá. Pero lo llamativo fue que Mossbacher concluyó su introducción anunciando -en el mismo tono elogioso y complacido con que había enumerado los supuestos logros del gobierno actual- que Pérez Balladares está dispuesto a extender su presidencia, aunque ello requiera una enmienda constitucional.
``¡Miren que buena noticia!’’, parecía anunciarle Mossbacher a la concurrencia, compuesta casi en su totalidad de banqueros, inversionistas, y funcionarios panameños.
Sabiendo que Pérez Balladares acababa de reunirse a puerta cerrada con la junta directiva de la Americas Society, me pregunté qué les había dicho para que se mostraran tan complacidos por el prospecto de su reelección.
La respuesta no se hizo esperar. En su texto preparado, Pérez Balladares no habló de su reelección, pero sí habló mucho de sus esfuerzos por modernizar la economía panameña y de las oportunidades que hay en Panamá para los inversionistas.
Al abrir la sesión a preguntas, la primera interrogante fue sobre las negociaciones para el Centro Multilateral Antidrogas (CMA). El presidente respondió que en los próximos días se espera tener la respuesta definitiva de Estados Unidos a la última propuesta panameña.
La segunda pregunta fue sobre la reelección, y la respuesta de Pérez Balladares me causó alarma porque el mensaje implícito era que la estabilidad económica de Panamá solo podrá garantizarse si él -Pérez Balladares- continúa como presidente. Un cambio de gobierno podría tener consecuencias ``catastróficas’’, advirtió el presidente. ``Los cambios que hemos hecho están apenas comenzando a rendir beneficios. Sería catastrófico para el país echar para atrás... que otro gobierno tratara de reintroducir las políticas populistas que en el mundo entero se ha demostrado que no trabajan’’, dijo Pérez Balladares.
Más adelante, respondiendo a una periodista que preguntó sobre los temas que habían interesado a los inversionistas durante sus reuniones privadas con ellos, Pérez Balladares respondió con descuido que ``lo que les interesa es la política’’.
Cuando se le preguntó si él no imitará el ejemplo de otros mandatarios latinoamericanos que parecen decididos a reelegirse hasta la perpetuidad, Pérez Balladares respondió, como si fuera chiste, que ``el problema es que mis amigos Menem y Fujimori no me están ayudando’’. Esto fue recibido por la concurrencia con risa y hasta aplausos. Más tarde, en una rueda de prensa, Pérez Balladares puso a México como ejemplo de una democracia que sobrevive aunque no haya alternabilidad de los partidos en el poder. Este comentario me pareció no solamente el colmo del cinismo sino también un indicio de que el plan del PRD es copiar el ejemplo de su ``hermano mayor’’ el PRI, que mantiene en México lo que Vargas Llosa llama ``la dictadura perfecta’’.
En el avión, de vuelta a Washington el jueves en la tarde, comencé a redactar la noticia que enviaría esa noche a La Prensa; y al revisar mis apuntes sobre la agenda de Pérez Balladares en Nueva York, noté que en esa misma mañana, el presidente había desayunado privadamente con ejecutivos del Citibank.
¡Qué interesante!, pensé, Citibank en el desayuno y Chase Manhattan en el almuerzo, sin mencionar otro almuerzo con inversionistas el día anterior en el muy lujoso Hotel St. Regis. Yo no sé qué le dijo Pérez Balladares a los banqueros, empresarios, inversionistas, y multimillonarios de Nueva York en sus reuniones privadas (me parece significativo que el presidente no llevara periodistas en este viaje, aunque sí llevó un número impresionante de funcionarios panameños), pero por lo que Pérez Balladares dijo públicamente el jueves, fue obvia la conclusión de que él fue a Nueva York a promover su reelección sobre la base de que solo él podrá garantizar que continúe la estabilidad económica y buen clima para los inversionistas en Panamá.
Al aterrizar en Washington, llamé a Larry Birns del Consejo para Asuntos Hemisféricos para consultarle la validez de esa conclusión. Birns coincidió totalmente. El viaje de Pérez Balladares tuvo obviamente el propósito de ``presentarse arrodillado ante el dios Mamón’’, opinó Birns, agregando que el presidente panameño visitó a los banqueros y a los inversionistas para ``asegurarles que él es su hombre’’. [reassure them that he’s their guy’’.]
Acto seguido llamé a Brittmarie Janson Pérez, quien en su nuevo libro Golpes y Tratados relata cómo Torrijos llegó a un acuerdo con los Rockefeller para que la banca internacional respaldara su dictadura.
¿Repite Pérez Balladares una de las viejas tácticas torrijistas que aprendió del maestro?, le pregunté a Brittie. Claro que sí, respondió ella, explicando lo siguiente: ``Históricamente es interesante el paralelo que hay entre este episodio, en el cual Pérez Balladares busca el apoyo del capital norteamericano para reelegirse inmediatamente, con el viaje que hizo Omar Torrijos Herrera en 1969, también a Nueva York, a solicitar la ayuda de los hermanos Rockefeller para mantener su gobierno. En ambos casos, se trata de un esfuerzo por legitimar, mediante el apoyo del capital extranjero, a un gobierno panameño que está fuera del cauce constitucional’’.
Y la condecoración a Everett Briggs, agregó Brittie, tiene el propósito de que este le sirva ``como embajador’’ para convencer al capital extranjero de que no reelegir a Pérez Balladares causará inestabilidad económica en Panamá, cuando en realidad tendría el efecto contrario.
Aquí tienen, pues, lo que vi en Nueva York, que me preocupó bastante. Es cierto, debo agregar, que el presidente lució aquella elegancia personal y al hablar que caracteriza todas sus presentaciones en el extranjero. También es cierto que habló de mucho más que de la reelección (escribiré de eso en la columna del miércoles).
Y también estoy segura de que sus defensores dirán que el propósito de su viaje a Nueva York no fue promover su reelección, sino ``promover al país’’, y me acusarán de no tener pruebas de lo contrario. Por eso he explicado aquí los hechos que observé y la conclusión que saqué de ellos. ¿Qué conclusión sacan ustedes?.
(La autora es corresponsal de La Prensa en Washington)
Tomado de La Prensa: Opinión, 17 de mayo de 1998
En Estados Unidos, se requiere que los cabilderos y asesores contratados por un gobierno extranjero se registren con el Departamento de Justicia en Washington; estos deben entregar allí una copia del contrato, seguido de informes periódicos sobre el trabajo desempeñado y los pagos recibidos. Una vez por año, más o menos, yo paso por el despacho pertinente a investigar si el Gobierno panameño ha contratado cabilderos nuevos, material que ha motivado numerosos artículos míos en los últimos ocho años.
En julio del año pasado, por ejemplo, informé que -entre otros contratos- el Gobierno había contratado a Miguel Silva de la empresa Shepardson, Stern & Kaminsky para diseñar ``una estrategia de comunicaciones'' y asesorar a la embajada en Washington en cuanto a ``su respuesta a noticias en los medios norteamericanos concernientes a Panamá''. Según el contrato, el Gobierno panameño pagó 30 mil dólares al mes por este asesoramiento, descrito exclusivamente como cosa de ``comunicaciones''.
El miércoles primero de julio de este año, dispuse que era hora de hacer mi visita anual al Departamento de Justicia, porque quería averiguar si el consultor político James Carville había registrado el contrato que tiene en Panamá para asesorar la campaña por el ``Sí''. No pensé que lo habría hecho (porque la ley no lo requiere si el trabajo se hace fuera de Estados Unidos y si el cliente es una entidad privada), pero la peor diligencia es la que no se hace.
No encontré nada en el Departamento de Justicia sobre el contrato que ha llevado a Carville a Panamá, pero sí encontré un documento nuevo sobre el contrato que el gobierno de Pérez Balladares tuvo el año pasado con el asesor colombiano Miguel Silva. Con fecha del 10 de octubre de 1997, la empresa de Silva informó al Departamento de Justicia que entre marzo y mayo de 1997 ``se diseñaron y analizaron sondeos de opinión pública y grupos de enfoque para medir la acogida de programas gubernamentales''. Por este trabajo, dice el documento, el gobierno de Pérez Balladares pagó 35 mil 756.63 dólares. Este documento nuevo fue la base para un artículo de primera plana que se publicó bajo mi firma el viernes 3 de julio. Voceros del Gobierno salieron a decir que eso era noticia vieja que por motivos oscuros yo había desempolvado.
No es noticia vieja. Se trata de un documento nuevo, con información nueva, aunque se trate -como subrayó Miguel Silva en una entrevista telefónica el viernes- de trabajo hecho bajo aquel mismo contrato viejo de 30 mil dólares al mes. Lo más interesante de esta información nueva es que solo ahora nos hemos enterado de que el trabajo de Silva incluía también encuestas de opinión pública y el uso de ``grupos de enfoque'', que son grupitos de personas de similitud demográfica con quienes se ensayan slogans e imágenes para descubrir sus reacciones. A mi entender, entonces, el grupo de enfoque es usado por los gobiernos como táctica de mercadeo para fines netamente políticos.
Pero ``todo lo que hace un gobierno tiene un propósito político, hablando de manera amplia'', observó el consultor Miguel Silva durante nuestra entrevista. Según Silva, los grupos de enfoque son meramente ``un sistema de escucha'' en base a lo cual se diseña después un sistema de mercadeo. Primero, dijo Silva, se hacen los grupos de enfoque ``para ver qué temas salen'' y esa información se utiliza para confeccionar el cuestionario que se usará en los sondeos de opinión pública. Es decir, sostuvo Silva, que primero se hace análisis ``cualitativo'' para después hacer el ``cuantitativo''. Este indicó que el trabajo de campo lo hicieron las empresas panameñas Dichter y Neira y Grupo Ariston.
``El diseño de este tipo de encuestas forma parte de la estrategia política de todos los gobiernos'', afirmó Silva. Este dijo que el gobierno de Clinton hace ambas cosas -sondeos y grupos de enfoque- rutinariamente (quizás hasta semanalmente) y Silva dijo suponer que eso lo paga la Casa Blanca, salvo que se trate de un presidente que ya se ha convertido en ``candidato declarado'' a la reelección. Y en cuanto a los sondeos y grupos de enfoque que él hizo a petición del gobierno de Pérez Balladares, ``nunca hubo una pregunta sobre la reelección'', subrayó Silva.
No obstante, Richard Semiatin (profesor de gobierno en American University y experto en estrategias electorales) rechazó categóricamente la idea de que la Casa Blanca paga por este tipo de encuestas. ``Eso es totalmente falso [flat out wrong... untrue], respondió el profesor Semiatin. Si la Casa Blanca desea sondeos de este tipo, los paga el Comité Nacional del Partido Demócrata, ya que el derecho estadounidense prohíbe la utilización de fondos públicos para propósitos partidistas, explicó Semiatin.
El profesor Semiatin también rechazó la idea de que los asesores políticos utilizan grupos de enfoque como ``sistema de escucha'' en la preparación de sondeos. Todo lo contrario, opinó Semiatin. Lo primero es hacer una labor de investigación [research], recopilando datos sobre encuestas previas, cobertura periodística, etc. Luego se hace un sondeo inicial -en inglés, un benchmark poll- para averiguar los temas que están preocupando a los votantes y, sobre todo, para averiguar cuáles son los temas que podrían tener un impacto decisivo [swing issues] en la elección.
Con esa información, los directores de la campaña tratan entonces de diseñar las ideas unificadoras [themes] de la campaña y los slogans que llevarán ese mensaje al electorado. Allí es donde son relevantes los grupos de enfoque, explicó Semiatin; se ensayan allí las ideas y los slogans de la campaña, con el fin de ``refinar el mensaje que se le va a vender a los votantes''. En síntesis, subrayó el profesor Semiatin, el grupo de enfoque sirve para ``afilar el mensaje'' de una campaña. Luego, a lo largo de la campaña, se usan grupos de enfoque y encuestas repetidas [tracking polls] para ver si ese mensaje esta pegando con el impacto deseado.
Otro experto en encuestas políticas, el profesor Leonard Steinhorn (que enseña comunicaciones en American University), concordó totalmente con lo explicado por Semiatin. Los grupos de enfoque se utilizan para descubrir los ``botones calientes'' [hot buttons] que motivaran a los votantes, señaló Steinhorn. Este explicó que los grupos de enfoque son una técnica tomada del mercadeo de productos comerciales como automóviles, bebidas y barras de chocolates.
En Estados Unidos, subrayó el profesor Steinhorn, la ley prohíbe que el Gobierno use fondos públicos para pagar por encuestas que tienen un propósito ``crudamente político'' o ``partidista''. Suponiendo que el derecho panameño debe contener alguna disposición similar, el profesor Steinhorn propuso una solución muy sencilla al dilema de confirmar la naturaleza exacta de las encuestas bajo discusión: si los sondeos y los grupos de enfoque fueron pagados con fondos públicos, la ciudadanía tiene todo el derecho de que se publique todo lo pertinente a los estudios realizados. ``Pida que su gobierno le dé acceso al material'', recomendó el profesor Steinhorn, como si en Panamá el acceso a la información gubernamental fuera tan fácil como en Estados Unidos.
Sin embargo, como ya he observado en esta columna, la peor diligencia es la que no se hace, por lo que por este medio solicito que el Ministro de la Presidencia haga público todo el material pertinente a los sondeos y grupos de enfoque que fueron diseñados, realizados, y analizados por las empresas Shepardson, Stern, & Kaminsky, Dichter & Neira, y Grupo Ariston. No veo cómo la Presidencia podrá disputar que información que se pagó con dinero público es información que pertenece al público.
P.D. En la noticia publicada bajo mi firma el 3 de julio, se informó que Miguel Silva no había respondido en esa ocasión a mi llamada telefónica. Lo cierto es que el señor Silva sí respondió; pero no recibí su mensaje hasta después de haber enviado la noticia a Panamá y mi corrección no llegó a tiempo a nuestra sala de redacción. Por ese error, pido disculpas al señor Silva.
Tomado de La Prensa: Opinión, 12 de julio de 1998
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